martes, octubre 09, 2007

PAN: “El bien hipócrita”


El partido del cambio

La metamorfosis que experimenta el Partido Acción Nacional (PAN) no es nueva, pero se ha acelerado a niveles ya alarmantes. Y no se trata, como con simpleza suele decirse, de que se parece cada vez más al PRI, porque significa una involución de mayor calado.

Ejemplos de este proceso de corrupción --que no es sólo llevarse recursos de la sociedad a cuentas personales ni traficar con influencias-- hay muchos, entre ellos los que tienen que ver con la ineptitud y la demagogia, pero uno de los peores es la traición a principios y valores fundacionales.

Con ningún otro partido político, el PAN se ha degradado a tal punto en sus añejas proclamas de ser “místicos del voto”, como los llamó Adolfo Ruiz Cortines, pero sobre todo de mantener su independencia frente al poder, como partido, se entiende, ya no tienen mayor vigencia.

La candidatura de Germán Martínez Cázares a la presidencia del PAN, a orden de Felipe Calderón, es la más reciente muestra de la deposición de su independencia como partido político, convertido en subordinado y apéndice del poder presidencial, con toda su ilegitimidad intrínseca.

En la instalación y primera sesión del Consejo Nacional, que sesionó sábado y domingo, otro personaje allegado a Calderón, César Nava, ni más ni menos que su secretario particular, estaba al frente de las escuadras de esta facción, en ausencia de Martínez Cázares, que no tiene carácter de consejero.

Cuando un consejero, Fernando Canales Clariond, quiso saber a título de qué Nava supervisó la integración de las cinco comisiones que serían votadas por el pleno del Consejo Nacional, otro consejero mostró una abyección que era regla en los años del presidencialismo metaconstitucional priista.

Ese consejero era Juan de Dios Castro, inscrito en la nómina de la alta burocracia desde el gobierno de Vicente Fox, quien, con una argucia, liquidó el legítimo interés por la operación de Nava, quien nunca hizo públicas sus pretensiones de ser aspirante a presidente del PAN, pero que dócilmente acató la instrucción de Calderón de que en otra vez quizá sea el ungido.

Los panistas, sobre todo los que están en la nómina, saben que ya se materializó, y está en vías de fortalecimiento, el Gran Elector, pero pocos levantan la voz para advertir el tamaño de la involución, que no concierne sólo al PAN y a sus militantes, sino que tiene una directa repercusión en la vida cotidiana de los ciudadanos mexicanos.

Calderón no sólo impone a un subordinado en la presidencia del PAN. Ese es apenas el principio. Siguen candidaturas de diputados federales, locales, a gobernadores y a alcaldes de los más insignificantes municipios, algo que –de hecho-- ya ha estado haciendo en Michoacán, donde el PAN se ha aliado no sólo a Elba Esther Gordillo, sino al PRI. Continuar leyendo

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