Lo que busca Cuauhtémoc Cárdenas
Julio Pomar
Lo que tenía que pasar, pasó. Don Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a quien nadie de importancia en la izquierda mexicana se había atrevido a criticar a fondo por su equívoca y ambigua postura respecto de la candidatura perredista de Andrés Manuel López Obrador, él mismo se encargó de aclarar lo que era ya un rumor a gritos respecto de su postura hacia Felipe Calderón, que a la postre implica, a la vez, su postura ante López Obrador.
El, Cuauhtémoc Cárdenas, acaba de decir su verdad de que considera como presidente de México a Felipe Calderón Hinojosa simplemente “porque está gobernando”. Y agregó: Calderón “encabeza un gobierno constituido, reconocido por otros gobiernos” y “por todos los sectores de la sociedad”. Luego, “a mí me parece que hay que reconocerlo” (La Jornada, jueves 18 de octubre de 2007). Hay que sumarse a esta “cargada”, pues.
Su postura ahora ya es inequívoca. Hay que reconocer como presidente a Calderón y, por lógica consecuencia, hay que desconocer a quienes no aceptan que Calderón es el presidente de México. O sea, hay que desconocer la postura de los perredistas y de AMLO, para quienes Calderón sólo es un presidente “de facto”, espurio e ilegítimo. Mejor lanzada para dividir a las izquierdas no la habrían podido pergeñar las mentes poco astutas de la derecha que dice que gobierna a este país. No ha tenido Calderón que quebrarse mucho la cabeza para encontrar un aliado en la izquierda que lo favorezca en sus afanes de legitimación, y para dividir a esa gran corriente política, sino que lo ha hecho el anterior adalid indiscutido de la propia izquierda, y sin mucha astucia, por cierto.
Cuauhtémoc Cárdenas aparece, así, por segunda vez legitimando la presunta derrota electoral de la izquierda. La primera fue cuando se plegó al resultado fraudulento de las elecciones de 1998 que favorecieron a Carlos Salinas de Gortari. Su justificación, dicha casi en voz baja, como con vergüenza de expresarla, fue que no quiso “ensangrentar” al país con una oposición abierta y resuelta al fraude electoral del 98, ya que habría concitado una feroz represión. Acaso por eso mismo --según lo reveló años después Muñoz Ledo-- se entrevistó a solas, sin informarle a nadie de sus seguidores --en secreto, pues-- con el mismo Salinas que dubitaba del resultado de la elección pues sabía los arbitrios ilegales y tramposos a los cuales se debía su aparente triunfo, pero arremetía inconteniblemente por su legitimación. A Salinas de seguro le cayó como anillo al dedo el encuentro con don Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el entonces líder indiscutible de la inmensa oleada democratizadora nacional. Si ya el principal líder opositor, a quien se daba por ganador de la contienda electoral de manera destacadísima entre las filas priístas y salinistas, se le había vencido, para qué necesitaba legitimación mayor de otros. Acto seguido, Salinas se consagró a abrirse camino en los enredijos de la política mexicana, para afianzarse en el poder. Y lo consiguió, como se sabe, pero no por el camino certero y limpio de la veracidad electoral, sino por el tortuoso de los arreglos tras bambalinas. Seguir leyendo
El, Cuauhtémoc Cárdenas, acaba de decir su verdad de que considera como presidente de México a Felipe Calderón Hinojosa simplemente “porque está gobernando”. Y agregó: Calderón “encabeza un gobierno constituido, reconocido por otros gobiernos” y “por todos los sectores de la sociedad”. Luego, “a mí me parece que hay que reconocerlo” (La Jornada, jueves 18 de octubre de 2007). Hay que sumarse a esta “cargada”, pues.
Su postura ahora ya es inequívoca. Hay que reconocer como presidente a Calderón y, por lógica consecuencia, hay que desconocer a quienes no aceptan que Calderón es el presidente de México. O sea, hay que desconocer la postura de los perredistas y de AMLO, para quienes Calderón sólo es un presidente “de facto”, espurio e ilegítimo. Mejor lanzada para dividir a las izquierdas no la habrían podido pergeñar las mentes poco astutas de la derecha que dice que gobierna a este país. No ha tenido Calderón que quebrarse mucho la cabeza para encontrar un aliado en la izquierda que lo favorezca en sus afanes de legitimación, y para dividir a esa gran corriente política, sino que lo ha hecho el anterior adalid indiscutido de la propia izquierda, y sin mucha astucia, por cierto.
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1 Comentarios:
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