viernes, noviembre 23, 2007

Acteal: Exterminio, a la vista de policías y militares



Acteal, Chis (apro).- La noche del lunes 22 Agustín Vázquez Ruiz, un anciano de 90 años, durmió bajo un cafeto en una de las tantas montañas de Acteal. Sin cobija, y tan sólo con la escasa ropa que llevaba puesta, se colocó en cuclillas para mitigar el intenso frío y "esperar la muerte".

Por la tarde, casi a gatas, agarrado de las ramas, comenzó a escalar una de las faldas del mismo cerro del que, por la mañana, comenzaron a salir los disparos contra la población que, inerme, oraba por la paz o recibía la ropa que el gobierno del estado donó para los desplazados de Chenalhó.

En su casa, una humilde choza de madera y techo de lámina, había escuchado el intenso tabletear de las ametralladoras. Cuando por un momento cesó el tiroteó, aprovechó para huir al cerro más cercano. Gracias a eso salvó su vida.

Otros, los que estaban arremolinados en torno del pequeño templo de la comunidad, en su mayoría mujeres y niños, no corrieron la misma suerte.

A la una y media de la tarde, dos comandos del grupo paramilitar que desde las once los atacaba a distancia, habían realizado una maniobra de las que el Ejército llama "envolventes", y les disparaban ráfagas, prácticamente a quemarropa.

Muchos niños, mujeres y hombres cayeron fulminados. Otros fueron heridos con balas expansivas en distintas partes del cuerpo. Los menos lograron tirarse al barranco que queda frente y a un costado del templo, internándose entre los cafetales.

Cuando empezó el tiroteo, pasadas las once de la mañana, los policías de Seguridad Pública, apostados en la cancha de basquetbol de la escuela de Acteal –a unos 200 metros del templo– hicieron disparos al aire para tratar de disuadir al grupo atacante. Pero cuando los comandos se adentraron hasta el lugar en que estaba reunida la población, dejaron a los indígenas a merced de los atacantes.

El grupo agresor estaba compuesto por encapuchados y armados lo mismo con rifles 22 que con "cuernos de chivo"; se identificaban sobre todo con paliacates y gorras de color rojo.

"Varios estábamos rezando; otros estaban construyendo un campamento para los desplazados y otros más estaban recibiendo la ropa que nos dieron, cuando entraron los priistas disparando", relata Pedro Vázquez Ruiz, con el horror dibujado en el rostro.

De acuerdo con las primeras indagaciones a cargo de la Procuraduría General de la República (PGR), entre los atacantes figuran militantes y simpatizantes de los partidos Revolucionario Institucional y del Cardenista, antes llamado del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (FCRN).

"Los que pudimos salimos huyendo por el monte, pero muchos cayeron muertos. Estamos muy sentidos porque nosotros no estábamos armados y nos agarraron sin saber nada. Estábamos pidiéndole a Dios por la paz cuando nos cayó una lluvia de balas."

Nadie sabe con precisión cuántos agresores eran, pero todos aseguran que más de 60 "porque rodearon la comunidad".

El operativo paramilitar planeó y decidió en la comunidad de Quextic, la noche anterior. En esa reunión, entre diez y doce de la noche, participaron priistas de Acteal Alto, La Esperanza, Canolal, Yashgemel y Quextic, encabezados por once dirigentes de la comunidad Miguel Utrilla-Los Chorros.

La de Acteal es la más grande masacre en Chiapas en los últimos 17 años. Únicamente equiparable a la que realizó el Ejército federal en Wolonchán, en 1980.

Un miembro del grupo Las Abejas, que se infiltró en la junta, se desplazó de Quextic a San Cristóbal de las Casas, para notificar que la comunidad de Acteal iba a ser atacada al día siguiente por los priistas. Llegó hasta La Primavera, una quinta religiosa en la que está refugiado un grupo de desplazados de Chenalhó, e informó de la agresión que se estaba fraguando contra la comunidad.

En lugar de preparar la defensa, el grupo de cristianos decidió realizar una jornada de oración para evitar el anunciado ataque. En eso estaban cuando fueron a matarlos.

El motivo inmediato de los agresores aparentemente fue la venganza, pues estos –indígenas también– se quejan de que las bases de apoyo zapatistas los quieren exterminar.

Además de la policía estatal, a unos 300 metros de distancia, y desde hace varios meses, también estaban emplazados soldados y policías en un destacamento denominado Bases de Operaciones Mixtas (BOM).

Los militares participaron en el rescate del cadáver de Agustín Vázquez Tzecut, un "priista" asesinado, presuntamente, por un grupo de "zapatistas" encapuchados en las inmediaciones de Quextic la semana anterior a la masacre, el miércoles 17 de diciembre.

Ese asesinato, consumado en una emboscada, provocó que los zapatistas se retiraran de la mesa de negociaciones que mantenían con las autoridades municipales legalmente reconocidas, con quienes habían pactado ya un cese a las agresiones.

"No existen garantías de seguridad", dijeron en conferencia de prensa los miembros del Consejo Autónomo de Polhó para justificar su ausencia en las pláticas que buscaban la pacificación.

Los "rebeldes" se deslindaron públicamente del crimen de Vázquez Tzecut, asegurando que los mismos "priistas" lo mataron "para echarle la culpa a los zapatistas". Seguir leyendo

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