martes, noviembre 14, 2006

¡Ganó la convivencia!

Por Marta Lamas

Dos personas deciden vivir juntas, cuidarse, apoyarse, compartir gastos. Puden ser del mismo sexo, o no. ¿Por que no tendrían la posibilidad de heredarse, visitarse en el hospital, compartir los beneficios laborales o el seguro médico? De eso se trata precisamente la figura de "sociedad en convivencia". Sin embargo, pese a que la Ley de Sociedades en Convivencia sirve para proteger a todas las personas que la acepten, el escándalo que suscita se debe a que garantiza a las parejas homosexuales el reconocimiento de su unión. ¡Qué horro!, gritan algunos, se legaliza el pecado; ¡Qué maravilla! , exclaman otros, pues otorga derechos a un sector de la ciudadanía.

El modelo de "sociedades en convivencia", inspirado en la figura del Pacto Civil de Solidaridad francés, se basa promordialmente en vínculo de voluntad personal y constituye un marco jurídico que no vulnera el matrimonio. No compite con la práctica del concubinato. No modifica normas vigentes relativas a la adopción. No le quita nada a nadie, y le da algo necesario a muchas personas.

La Sociedad en Convivencia se constituye cuando dos personas físicas, con capacidad jurídica plena, deciden establecer relaciones de convivencia en un hogar común, con voluntad de permanencia y ayuda mutua. También podrán formar Sociedad en Convivencia más de dos personas que, sin constituir una familia nuclear, tuvieran entre sí relaciones de convivencia. Pero únicamente podrán constituir una Sociedad en Convivencia las personas libres de matrimonio y aquellas que no hayn suscrito otra Sociedad en Convivencia que se encuentre vigente.

Entre los convivientes se generarán los derechos sucesorios, los cuáles estarán vigentes a partir del registro de la Sociedad en convivencia. La Sociedad en Convivencia se termina por la voluntad de cualquiera de los convivientes, por el abandono del hogar común de uno de los convivientes y si alguno de ellos contrae matrimonio o vive en concubinato. En resumen, esta ley pretende dar reconocimiento de derechos básicos de tutela, arrendamiento, alimentación, pensión y sucesión de bienes a compañeros co-residentes, amigos, parientes lejanos y parejas de diferente o del mismo sexo que cohabiten.

Pese a que las sociedades en convivencia son formas de relación distintas del concubinato y el matrimonio, obviamente que para las parejas lesbianas y gays representan los más parecido al matrimonio. De ahí la oposición de los grupos conservadores, que insisten en que este contrato civil entre distintos tipos de personas es un "atentado" contra la familia tradicional. Lo que en realidad ocurre es que, para ellos, la orientación homosexual de las personas tiene un estatuto negativo, que hay que combatir.

Mientras que en los países de Europa, Canadá y Australia se considera la orientación sexual como un dato irrelevante en la construcción de ciudadanía, y dicha orientación no representa un obstáculo para el reconocimiento de sus derechos, en México todavía hay quienes pretenden negarles derechos a los gays y las lesbianas.

Sin disculpar para nada su homofobia, hay que comprender que las reservas o temores que se expresan no son sólo producto del dogmatismo religioso. Vivimos inmersos en el orden simbólico de la tradición judeocristiana occidental. En este orden, se ha extrapolado la complementareidad reproductiva de los sexos a otros ámbitos, como el social y el político. Así, tomando como referencia dicha complementareidad reproductiva, se han simbolizado, también como complementarios, los papeles sociales de mujeres y hombres (y sus sentimientos y deseos). Ésa simbolización ha significado durante mucho tiempo la exclusión de las mujeres de diversos ámbitos, tareas y funciones, y ha requerido de una lucha específica para que se les reconociera su derecho a estudiar, votar y trabajar en ciertas áreas.

De igual manera, la extrapolación de lo reproductivo ha hecho que la relación sexual entre un hombre y una mujer se considere "normal". Pero una cosa es la reproducción y otra la sexualidad. Dos cuerpos distintos dan tres posibilidades eróticas: hombre/mujer, mujer/mujer y hombre/hombre. Pero mientras el orden simbólico ha simbolizado la posibilidad reproductiva como la única válida ("decente", natural o aceptable), el avance científico ha ido mostrando que igual de "natural" que la heterosexualidad es la homosexualidad.

Ahora bien, el orden simbólico no es inamovible; se ha ido transformando con el tiempo y lo sehuirá haciendo, pues el conocimiento científico suplanta poco a poco a los mitos. Apenas en 1994, el Vaticano aceptó que los seres humanos no venimos de Adán y Eva, sino que hemos evolucionado de los primates, tal y como lo afirmo Darwin. Sin embargo, el mito de Adán y Eva sigue teniendo arraigo, y ciertos grupos religiosos niegan el evolucionismo darwiniano. De la misma manera, hay avances y retrocesos en el conocimiento de la condición sexual humana. Hoy en día, mientras los científicos confirman lo que Freud planteó hace más de un siglo sobre la calidad indiferenciada de la pulsión sexual, grupos fundamentalistas sostienen que sólo la heterosexualidad es "natural". Ver como "naturales" disposiciones construidas culturalmente implica que hay grandes dificultades para comprender que mujeres y hombres no somos el reflejo de una realidad "natural", sino el resultado de procesos culturales e históricos.

El tiempo modifica las creencias, y la internacionalización de la información cientifica ayuda inmensamente. Y México no puede sustraerse a las tendencias democratizadoras que ocurren en el mundo desarrollado. Aunque los sectores conservadores de la sociedad pretenden que la homosexualidad es una amenaza, no es la diversidad sexual en sí lo que rompe con los más elementales reglas de convivencia, sino el rechazo intolerante a las personas que asumen su diferencia sexual. Así como hace un siglo se calificaba de "antinaturales" a las mujeres que querían ir a la universidad o querían votar y ser votadas, hoy a las personas que quieren tener relaciones sexuales con personas de su mismo sexo también son calificadas de antinaturales. Y así como la lucha de las mujeres ha servido para reformular simbólicamente su lugar y su papel en la sociedad, de la misma manera la lucha contra la discriminación lo está haciendo con las personas homosexuales.

La aprobación de la Ley de Sociedad en Convivencia es un muy buen punto de arranque para una convivencia respetuosa que se base en la Constitución, y no en mitos culturales o lecturas fundamentalistas de la Biblia.

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