jueves, julio 12, 2007

'Mano Dura' para las y los adolescentes


Calderiano Huerta
Argenpress

Uno de los 'slogans' de campaña de Felipe Calderón fue precisamente: Mano dura. Ha sido congruente: a partir de las primeras semanas de vivir en Los Pinos observamos con preocupación cómo fue integrando al Ejército en acciones policíacas contra el narcotráfico como respuesta a una franca desventaja, ineficacia e ineficiencia de las policías estatales y federales, éstas últimas militarizadas por cierto, con respecto de las mafias organizadas de todo tipo.

La utilización de las fuerzas armadas en acciones que corresponden al ámbito civil, además de que pervierten el precepto constitucional, van al fracaso porque pretenden tapar un hoyo creando otros. El trasfondo de estas decisiones denotan un concepto propio del autoritarismo que pervierte el Estado de Derecho confundiéndolo con toda alevosía con la aplicación de medidas policíacas de persecución con un gran prejuicio: todos son 'malos' hasta que no se demuestre lo contrario.

Y esa interpretación es la que distingue el programa Escuela Segura a aplicarse en una primera etapa en las 2000 secundarias del país. Esta política de revisar mochilas violenta los derechos humanos de las y los jovencitos, deriva que todas y todos son trasgresores de la ley, denota un gran prejuicio y no resolverá el problema de drogadicción.

Fracasarán porque simplemente no toman en consideración en primer lugar que es poco probable que un adolescente meta cualquier tipo de droga a su mochila sabiendo que se la van a revisar.

Lo correcto hubiera sido preguntarles a las y los adolescentes qué piensan de la drogadicción, por qué algunos de sus compañeros incursionan en estas aguas pantanosas; preguntarles cuáles pueden ser las medidas para prevenir y entonces si creen que la revisión de su mochila sea una medida eficiente para evitar que se consuma droga por algunos de sus condiscípulos. La opinión de estos chicos será sabia y en base al conocimiento de su realidad.

Un niño o adolescente cuando usa droga o alcohol comienza el camino de la deserción escolar. Se sabe, y los maestros en primerísimo lugar, que cuando una persona se droga simplemente se le nota, no puede estar en clases ni en el plantel, por lo tanto el primer indicio es que el chico que se droga empieza a faltar a clases. Entonces habrá que preguntarle a la SEP cómo asegurar que las y los maestros informen debidamente cuando un adolescente se empieza a ver 'raro' o igual cuando manifiesta otro tipo de situaciones como ser víctima de la violencia.

Un adolescente sobrevive circunstancias que no siempre están bajo su control, a veces ni siquiera encuentra la respuesta de cómo se siente: ya no es un niño pero tampoco es un adulto. Su cuerpo vive una gran revolución, la más impactante de su desarrollo como ser humano.

Es una etapa de gran conflicto consigo mismo, no se siente atendido ni comprendido, sufre estrés porque empieza a adquirir responsabilidades, ya no goza la misma situación de su infancia, tiene que aprender entre otras cosas, a respetar las normas. Es conocido por los profesionales en la materia que en esta etapa sufren una alta depresión.

Quienes se dedican al narcomenudeo saben de esta situación de alta vulnerabilidad de sus futuras presas, captan a sus víctimas cuando salen de la escuela, en las reuniones públicas; los niños y niñas se enganchan siguiendo a otros amigos o parientes.

Uno de los elementos que distingue la integración a ciertos grupos propicios para experimentar con la droga es la empatía. Se sienten tomados en cuenta, a gusto entre otros jóvenes que son como ellos: inquietos, curiosos, pero también desorientados. Muchos de estos adolescentes tienen problema de comunicación con sus padres o provienen de familias disfuncionales. Las redes de la educación no favorecen la permanencia de éstos en la escuela.

Son doblemente victimados

También están quienes ya no pueden seguir estudiando y son excluidos socialmente. Este grave problema estructural debiese ser atendido con la misma dinámica con que presentan el programa escuela segura, digo, para que estos chicos no sean cooptados por expresiones antisociales como los 'maras'.

En conclusión: un análisis profesional más somero convendría para conocer las causas que provocan la deserción escolar y el enganchamiento a las drogas o a otro tipo de riesgos. En datos de la propia SEP, son dos millones de niñas, niños y adolescentes quienes no están incluidos en la educación básica de este país. ¿Dónde están? ¿Quién los atiende? ¿Por qué no están en la escuela? ¿Qué hacen?

Nunca nos cansaremos de decir que la educación es fundamental para el desarrollo del país a partir de que asegura, entre otras cosas, el libre desarrollo de la personalidad de niñas y niños que se sustenta en el goce holístico de cada uno de sus derechos.

Profundizar en muchas de las causas que provocan que miles de jóvenes sean cooptados por la delincuencia organizada nos reflejará, entre otras cosas, la necesaria y urgente reforma estructural y profunda del sistema educativo y que las políticas gubernamentales aseguren las condiciones de bienestar y desarrollo para niñas y niños sobretodo los más pobres.

En nombre del amor y la compasión, los adultos cometen las peores atrocidades contra las niñas y los niños, y la lucha contra el narcomenudeo de ninguna manera justifica la violación de sus derechos que están debidamente señalados en la Convención Sobre los Derechos del Niño y refrendados en la Ley de Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.

Este es el Estado de Derecho que hay que respetar.

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